En segundo lugar, el tono festivo, no penitencial, ya que para san Francisco la Navidad era la “Fiesta de las fiestas” (2Celano 199): no ayunar, dar de comer a pobres, animales y paredes... Todo esto tendemos a situarlo en lo folklórico y pintoresco, como casi todo lo navideño, y se nos puede escapar el trasfondo. En la vivencia de san Francisco hay un contenido claro y bien profundo: el misterio sublime y, a la vez, humilde de la Encarnación del Hijo amado de Dios. Nunca nombra la Navidad directamente, siempre habla del Hijo que tomó la carne de nuestra humanidad y fragilidad; del gran Rey que se hizo pobre y nació de camino; del Hijo de Dios que en María se hizo hermano nuestro, etc.
Eso es la Navidad para el santo de Asís: el camino humilde, la opción clara, que el Hijo de Dios ha querido elegir en este mundo para salvarnos, para enriquecernos, para hacerse hermano nuestro. Un camino que san Francisco recorrió y que nos invita a recorrer.
¡FELIZ Y FRANCISCANA NAVIDAD!