Hay que alejar esa idea de que los religiosos son una “especie en vías de extinción”. Dios no abandona a su Iglesia. A pesar del problema demográfico en occidente y de la crisis de fe, aún hay jóvenes que con la gracia de Dios rompen con los esquemas establecidos y entran en una orden, congregación o instituto. Todavía hay madres y padres cristianos que se alegran cuando una hija o hijo decide dar un paso así. ¡No está tan seca la fuente de nuestras comunidades cristianas! Podemos estar tan obsesionados por el número y la suplencia en los diversos servicios y no dar gracias al Señor por ese gran testimonio de fidelidad que hoy representan tantos y tantas religiosos que mueren sin haber “mirado atrás” (Lc 9, 62).
Nos toca vivir nuevos tiempos con grandes desafíos. No tenemos formulas mágicas, pero lo cierto es que no debemos caer en un pesimismo contagioso, ni alentar espejismos triunfalistas. Hoy como ayer, quien está dispuesto a arriesgar por Cristo, jamás se equivoca y sabe que sólo quien pierde la vida por Él, la gana. Solo en el cielo, con toda certeza, comprenderemos el sentido de ese sí, y daremos gracias eternamente rebosando de alegría. Hoy, 2 de febrero, puede ser el día en el que finalmente aceptes este riesgo...
Dejándolo todo, se fueron con Jesús...
Lucas 5, 11