14 de noviembre de 2018

PARA QUE CUMPLA TU SANTO Y VERAZ MANDAMIENTO

¡Qué bien entendió san Francisco que nuestro bien más grande está en hacer la voluntad de Dios! Por eso, desde su primera oración ante el Cristo de san Damián hasta el final de su vida, concibió el camino del hermano menor bajo la acción del Espíritu, buscando en todo y por todo la voluntad de Dios. “Toda la voluntad, en cuanto es posible con la ayuda de la gracia, se dirija a Dios, deseando agradar al solo sumo Señor” (Carta a la Orden 15). “Ninguna otra cosa hemos de hacer sino seguir la voluntad del Señor y agradarle en todo” (Regla no bulada 22, 9). 

San Francisco busca la voluntad de Dios a través de la oración, y la consiguiente percepción interior del Espíritu; la escucha de las palabras del santo Evangelio (así dice el Señor...); la voz de la Iglesia; las resonancias interiores; el consejo de los hermanos y de la hermana Clara; y de otras personas que le merecen toda confianza.

Desde el momento de su conversión, cuando se dirige a Dios pidiéndole: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, hasta los últimos instantes de su vida, en los que se exhorta a sí mismo e invita a sus hermano a nuevos comienzos (“comencemos, hermanos, a servir al Señor”), toda la existencia de san Francisco estuvo orientada a una búsqueda ininterrumpida del querer de Dios.

San Buenaventura dejó constancia de esta búsqueda infatigable: “Con frecuencia y singular celo buscaba el camino y el modo de servir lo más perfectamente a Dios conforme a su beneplácito”.

Descubrir lo que Dios quiere de nosotros no es fácil, pero tampoco es algo imposible. Si con sinceridad y humildad nos ponemos a buscar la voluntad de Dios, es posible encontrarla, siempre con la ayuda de algún religioso o sacerdote. ¡Es Él el más interesado en que descubramos y realicemos nuestra vocación!

¡Que quiera, Señor, lo que tú quieres!