La vocación suele manifestarse al principio a través de formas muy diversas. Es Dios el que llama, ¡el que está detrás de todo!, pero se sirve de tantas pequeñas mediaciones (personas, experiencias, lecturas...), como también de “pequeños flashes” de desconcierto y de insatisfacción que van preparando el corazón para ponerlo en actitud de búsqueda, de escucha, de apertura. La llamada es algo que sólo uno mismo puede escuchar en su interior, cuando es capaz de hacer silencio, y en la que siempre queda un margen para el misterio. Decía san Juan Pablo II respondiendo a una pregunta sobre su propia vocación: «tengo que empezar por decir que es imposible explicarla por completo. Porque no deja de ser un misterio hasta para mí mismo. ¿Cómo se pueden explicar los caminos del Señor? Con todo, sé que en cierto momento de mi vida me convencí de que Cristo me decía lo que había dicho a miles de jóvenes antes que a mí: “¡Ven y sígueme!”. Sentí muy claramente que la voz que oía en mi corazón no era humana ni una ocurrencia mía. Cristo me llamaba para servirle como sacerdote.»
La vida de los santos, como la de san Francisco, nos muestra que Dios suele dar a conocer su voluntad de modo sencillo, a través de las cosas ordinarias: “mira que estoy a la puerta y llamo”. Espera que libremente acojamos su propuesta, nos decidamos a dar el paso, nos fiemos plenamente de Él: ¡pues sólo quiere que seamos felices de verdad! No lo dudes: vale la pena decir que sí al Señor. Vale la pena entregarle la vida entera. Vale la pena renunciar a tantas cosas por seguirle a Él, por llevar al corazón de gentes, tierras, historias, vidas heridas y sedientas de Él, la luz y la esperanza de su amor.
No lo dudes: ¡si oyes hoy la voz de Dios, no endurezcas tu corazón!, no pierdas el tiempo inventando excusas, intentado convencerte a ti mismo de que no puede ser verdad. Mira a tu alrededor y fíjate de cuántas maneras sencillas, pero ciertas, te está diciendo el Señor que quiere contar contigo, que espera tu sí, que te necesita... Sí, está a tu puerta y llama, esperando que le abras...