2 de mayo de 2020

CRISTO VIVE Y TE QUIERE VIVO

Cuentan los biógrafos, que asistiendo Francisco a la misa en una iglesia de Asís, se sintió interpelado hasta tal punto por el Evangelio del día, el de la misión de los discípulos (Mt 10, 5-15), que pidió al sacerdote que se lo explicara, descubriendo en aquel fragmento del Evangelio una llamada personal de Cristo que le revelaba su verdadera vocación y misión. Inmediatamente puso en práctica la palabra de Jesús: se hizo un nuevo hábito, reducido a una sola túnica más pobre todavía, se ciñó con una cuerda, desechó el calzado y bastón de ermitaño, y, sin alforja, bolsa ni dinero, marchó a anunciar a todos la llegada del Reino por la conversión de los corazones. A todo el que encontraba le dirigía «el saludo que le reveló el Señor» (Test 23). Por todas partes «anunciaba la paz que viene de Dios, predicando la salvación» y llevando a Cristo a aquellos que estaban alejados de Él. 

Poco después, el Señor le regaló sus primeros hermanos. El primero fue Bernardo, noble caballero de Asís. Y, junto a él, un tal Pedro. Francisco los llevó a Cristo, vivo y que habla en el Evangelio, yendo con ellos a una iglesia para pedirle «que les manifestase lo que debían de hacer». Pidieron a un sacerdote que les enseñase los textos evangélicos sobre «la renuncia al mundo», e inmediatamente los adoptaron como «forma de vida y regla para ellos y para todos los que quisieran unirse a ellos». Como advierte con agudeza el autor de la Leyenda de los Tres Compañeros, esto no fue más que el resultado de la transformación operada por Dios en Francisco y la confirmación ahora manifestada y comprobada de que su nueva vida no era fruto de otro capricho, sino obra de Dios. 

Para obedecer a la llamada de Cristo, Bernardo y Pedro vendieron todos sus bienes y distribuyeron lo recaudado a los pobres, tomaron un hábito parecido al de Francisco y «desde entonces vivieron unidos según la forma del santo Evangelio que el Señor les había manifestado». Poco a poco comenzaron a llegar muchos más hermanos, de toda Italia, e incluso de otros países...

Sí, querido amigo, como nos recuerda el Papa Francisco con frecuencia, quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, permanece fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez... Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el Evangelio, se han sentido tan conmovidos por Jesús, que se han convertido a Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano de “agua de rosas”. Cuando leyó el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puedes cambiar efectivamente el tipo de vida, o seguir haciendo lo que hacías antes, pero tú eres otro, has renacido...”.  


¡Al Señor Jesús gloria y alabanza!